miércoles, 27 de febrero de 2008

Crítica ZPM

Zen en la plaza del mercado
por Alfonso Colodrón (*)

"Ante lo incondicionado, lo condicionado danza.
¡Tú y yo somos uno!', claman las trompetas.
El Maestro llega y se inclina ante el discípulo.
Ésta es la mayor de las maravillas".

Poemas místicos de Rumi.

Tomo prestado el título para este artículo del libro de imprescindible lectura, del maestro zen Dokushô Villalba. La editorial Aguilar tuvo que lanzar una segunda edición a las dos semanas de editarse, ya que la primera edición de 6.000 ejemplares se agotó rápidamente.

Es éste un hecho sorprendente por tres razones: no es habitual este tipo de hechos en un país en que se lee menos que en cualquiera de los países de la Unión europea, si exceptuamos Rumanía y la Bélgica valona. En segundo lugar, se trata de un libro de espiritualidad bien anclada en la realidad del siglo XXI, y no de una novela de ficción histórica, tan de moda en los últimos años, ni de un bestseller prefabricado. Por último, y esto me parece enormemente positivo, no se trata de un maestro japonés, tibetano, indio, chino ni americano, sino bien español, y sevillano por más señas, aunque con una amplia formación en París, con el maestro Deshimaru y en diversos monasterios Zen de Japón. Parece estimulante ir rompiendo esa especie de maldición de que “nadie es profeta en su tierra”.

Pero no es necesario ser profeta para ser un buen guía espiritual. Lo que ocurre es que hoy abundan los guías y maestros autoproclamados, que siendo tuertos, y a veces ciegos, conducen a otros ciegos hacia esoterismos alejados de la realidad, ombliguismos egóicos o la simple mercadotecnia del materialismo espiritual. Ken Wilber, un raro renacentista del siglo XXI, expone en su libro Después del Edén. Una visión transpersonal del desarrollo humano, los criterios esenciales para reconocer a un buen guía. La autenticidad y la legitimidad son dos de los requisitos básicos de garantía. La coherencia entre lo que dice y lo que vive en su vida personal, por un lado, y el seguimiento de una línea de transmisión, dentro de una tradición determinada son garantías ineludibles para confiar en alguien que, por la posición que ocupa de proyección de los deseos de trascendencia, ejerce un enorme ascendente sobre discípulos y seguidores.

En 1987, Dokushô Villalba recibió la transmisión del Dharma, o reconocimiento como maestro zen, de su segundo maestro, Soden Narita Roshi, abad del monasterio Todenji y la autorización de la Escuela Soto Zen japonesa para fundar centros y dirigir una comunidad de practicantes zen. El templo Luz Serena, en medio de las montañas valencianas, acoge desde 1989 personas que se inician en la meditación zen o que practican regularmente. Y “meditación en zazen consiste en sentarse y sentirse”, “apaciguar la compulsión por la actividad, por el logro, por el éxito” y “tomar conciencia de sí mismo… para mantener la sobriedad y permanecer en contacto con el ser real que somos”.

Actualmente se está produciendo un renaci­miento de la espirituali­dad no ortodoxa y las antiguas Tradiciones. A pesar de ello, la sociedad occidental sigue mostrándose generalmente recelosa hacia todo lo relacionado con lo psíquico y lo espiritual. Tal vez, como resultado del lugar predominan­te que ha tomado la ciencia desde el siglo pasado: se desacredita todo lo que no pueda ser explicado dentro de su visión ideológica y de sus métodos "objetivos". El materialismo científico ha destruido la visión del mundo como una totalidad, produciendo lo que Morris Berman llamó el "desencantamiento" de nuestra vida en el universo, una especie de "enfermedad del alma".

Dokushô Villalba explica muy bien las causas de este “desencantamiento”, desde la óptica budista y los principios de la psicología existencial: la pura ignorancia de saber que no tenemos una identidad separada o la negación de este hecho y el aferramiento a un yo ilusorio, separado, que es la causa original de la infeliciad. Pero lo más agradablemente sorprendente de Zen en la plaza del mercado, es cómo el autor nos va llevando con un lenguaje claro y sencillo, con los datos precisos, pero evitando el exceso de información, de la historia de de Buda, del budismo zen y de su llegada a Occidente, de sus principios esenciales y del paso a paso de cómo se practica la meditación en zazen y cuáles son sus beneficios, a una crítica desnuda y contundente de las leyes que rigen el mercado y la influencia de estas leyes interiorizadas en la inmensa mayoría de la población mundial. Desvela con toda claridad cuáles son las causas y los efectos del sistema en el que nos hallamos inmersos y de su carácter insano e intrínsecamente perverso.

Aquí podrían muchos preguntarse, por qué un guía espiritual desciende al terreno de la política y de la política económica que sigue afianzándose desde hace un siglo. Pues sencillamente, porque “cualquier experiencia religiosa o espiritual individual verdadera tiene necesariamente una repercusión colectiva, por el hecho de que las experiencias espirituales internas se convierten en una nueva forma de vivir la vida cotidiana”. Y hoy día, cualquier despertar, cualquier iluminación es un hecho revolucionario, porque supone salir del ensimismamiento y de la ilusión de que la felicidad se alcanza produciendo y consumiendo lo que dicta el mercado. Con Daniel Miller, estamos de acuerdo en que “hoy día, no es la transformación de la conciencia del proletariado lo que va a liberar al mundo, sino la conciencia del consumidor”. Un consumidor masificado, pero aislado, que persigue la felicidad centrándose en su vida privada atiborrada de artilugios, y que huye de la política, porque considera que es cosa de los políticos, de los que suele desconfiar porque piensa que son todos corruptos o, cuando menos, sólo están interesados en conseguir y mantener el poder.

Esta actitud no es nueva bajo el sol. Ya en el siglo IV antes de Cristo, los taoístas consideraban que el equilibrio interior y la felicidad exigían el alejamiento de las actividades políticas. En aquella época de intrigas y corrupciones, el gran filósofo Lung-shu sostenía que padecía la "extraña enfermedad de no preocuparse por las leyes, ni interesarse por la toma del poder, la caída del gobierno ni los políticos". Actualmente, esa "extraña enfermedad" parece haberse convertido en una epidemia.

Nada es, todo cambia

El nacimiento de la ciudad-Estado, 4.000 años a. De C., supuso la aparición de un megasistema que dotaba de una organización compleja a las sociedades primitivas. Para afianzarlo, tuvieron que perfeccionar los principios que rigen todos los organismos pluricelulares: la jerarquía y la especialización del trabajo. De los gobernantes hereditarios y los mercenarios a sueldo del pasado hemos llegado en el siglo XXI a los políticos elegidos y a los ejércitos profesionales, y muchos piensan que se ha llegado con ello al mejor de los mundos.

Se trata, sin embargo, de un minúsculo salto evolutivo que afortunadamente no será el último, ya que los seres humanos somos una compleja "máquina" viva sobre la tierra, un fenómeno relativamente reciente a escala biológica, y nuestro cerebro sigue evolucionando; aún no hemos tenido tiempo de elaborar la forma superior de organización inscrita en nuestro potencial. A fin y al cabo, como afirmó Edgar Morin, la correlación cerebro-sociedad es algo continuo y fundamental, puesto que, en última instancia, la sociedad no es sino una interconexión organizadora de sistemas nerviosos centrales.

Por desgracia, esta conexión no parece hoy día ser muy fluida. Los actuales sistemas políticos están basados en principios que han quedando obsoletos: los desafíos son cada vez más planetarios y los cambios económicos y sociales de las últimas décadas se desarrollan a ritmo de liebre, mientras que las ideas y las soluciones políticas surgen a paso de tortuga. La disfunciones sociales se agrandan hasta convertirse en auténticas enfermedades sociales, que tienen una estrecha relación con los "males del alma" que muy bien diagnostica Claudio Naranjo en Males del mundo, males del alma: autoritarismo, mercantilismo, inercia, represión, violencia y explotación, dependencia, apatía social, corrupción y superficialidad..

Una sociedad sana necesita individuos sanos.

A muchos buscadores espirituales, se les tacha de mirarse el ombligo por primar lo individual sobre lo social. Pero muchos de ellos vienen de vuelta del campo de la actividad política. Sin embargo, transformación individual y transformación social van forzosamente de la mano. Si damos un pez a un hambriento y no le enseñamos a pescar ni le proporcionamos la caña, será dependiente continuamente de nuestra "limosna". Pero si únicamente le proporcionamos los aparejos y clases de pesca, tal vez no tenga la fuerza de empuñarlos ni de aprender las lecciones, simplemente porque no ha comido. Si esperamos a que todos los individuos que componen una sociedad sanen, es decir, se iluminen saliendo de la ilusión de tener una identidad separada, un yo con ansias de permanencia, serán necesarias demasiadas generaciones para ver los resultados. Si posponemos la transformación individual a que la sociedad sane, es decir, sea más libre, igualitaria y fraternal (objetivos de la Revolución francesa no cumplidos desde hace más de dos siglos)-, perderemos nuestras energías en pos de un ideal desconectado de la realidad.

Ya va siendo hora de aceptar que el núcleo del sufrimiento individual se halla la actitud de aferrarse a una identidad limitada, pues la frontera entre el "yo" y los demás está en el origen del miedo, la frontera entre el pasado y el futuro es la causa de la ansiedad y la frontera entre el sujeto y el objeto estimula los deseos, generando un ciclo inacabable de insatisfacciones renovadas.

Mientras las personas se centran en su realización personal, el Estado contemporáneo se convierte, en un super-yo colectivo que, al ocupar el vacío producido por la dimisión del poder personal, genera sus propios intereses siguiendo su propia lógica. Pero la internacionalización de la economía y la concentración de los procesos de producción y consumo revelan que tiene los pies de barro. En las últimas décadas, el afianzamiento de las empresas multinacionales, cuya actividad salta fácilmente las fronteras estatales, o la proliferación de las mafias internacionales, suponen un claro reto al monopolio del poder por parte del Estado. Las fronteras exteriores sufren asaltos, derrumbes e intentos de afianzamiento, mientras que las fronteras internas se consolidan en una sociedad consumista e insolidaria.

Paradójicamente, las mismas causas que habrían de producir ciudadanos del mundo suscitan sentimientos de angustia y soledad; ante la globalización económica y de costumbres, muchos grupos sociales se repliegan hacia la secta, la etnia o los nacionalismos radicales. Cuando lo hacen con miedo y de forma irracional, surgen como champiñones los fundamentalismos políticos y religiosos, pues parece más fácil identificarse con pequeños grupos que con grandes tragedias o proyectos; tal vez sea esto un vestigio de nuestra procedencia de la tribu prehistórica. Desgraciadamente, toda fragmentación narcisista produce fenómenos colaterales como la xenofobia, la insolidaridad y el caos.

Los nacionalismos radicales se revelan hoy día como síntomas de grandes crisis y no como afloramientos de destinos colectivos. Ante la indiferencia política siempre se puede aventar el peligro de un enemigo que aglutina los miedos y consolida momentáneamente la unidad de los pueblos y de los Estados. Históricamente, los bárbaros desempeñaron este papel para el Imperio romano y los mongoles para China. Mucho más recientemente, "Occidente" se definía frente a "la amenaza comunista" del Este. Una vez acabada la guerra fría, se agita el islamismo integrista, o la invasión de los emigrantes del Sur. Tal vez llegue un día, en que no haya que magnificar al enemigo externo. Entonces, éste se convertirá en un simple vecino cuyas diferencias podremos integrar para cooperar en armonía.

Si la sensación de peligro siempre ha sido un elemento federador, quizá el mito de la amenaza extraterrestre fomentada por la ciencia ficción podría tener el efecto no deliberado de colaborar al sentimiento de unidad. O tal vez bastase una toma de conciencia más realista de la inmediatez del cambio climático y de la irreversibilidad de los efectos de la destrucción masiva de los bosques tropicales. Desde la visión de una Humanidad global, esas son cuestiones que nos afectan a todos por igual, tengamos el pasaporte que tengamos, lo mismo que el rápido agotamiento de los recursos, la explosión demográfica, el empobrecimiento de grandes masas de la población mundial, el agujero de ozono, el avance de la desertización, o la peligrosidad de los residuos nucleares.

La política como servicio

Todo esto nos llevaría a replantear la esencia de la política desde otra perspectiva. Su línea divisoria ya no se hallaría entre los intereses públicos y los privados, sino entre lo personal y lo transpersonal, lo estatal y lo trans-estatal. Hemos llegado a tal situación de globalización de los problemas y de sus posibles soluciones que lo que interesa a Occidente es lo mismo que lo que interesa a Oriente, lo que interesa al Norte es en esencia lo mismo que lo que interesa al Sur, lo que interesa a las ballenas es lo mismo que lo que interesa al ser humano: la supervivencia, la interrelación y la sinergia.

La genuina actividad política puede ser un intento de sobrepasar las limitaciones individuales, de trascender la muerte, de dejar tras sí una pequeña huella. Pero la motivación para emprender una acción política puede ser simplemente la visión de la miseria ajena, la empatía ante la proliferación de catástrofes naturales, la indignación ante la extensión de la pobreza , o simplemente el deseo de hacer mejoras en el propio pueblo en el que se ha nacido o en el barrio en el que se vive. Para volver a ser el "animal político" del que hablaba Aristóteles, no es necesario presentarse como candidato a unas elecciones. Basta con tomar en mano las riendas de la totalidad de nuestra vida, parte de la cual se desarrolla en colectividad. Participar en la política real requiere un esfuerzo de imaginación, creer que es posible cambiar las cosas y que no estamos regidos por fuerzas ocultas e incontrolables. Los poderes políticos que tanto criticamos se alimentan sencillamente del abandono de parcelas de poder por parte de una gran masa de ciudadanos absentistas. Recientemente y presionados por condiciones extremas, la toma de calles y plazas por cientos de miles de personas -una especie de ejercicio directo de la política-, contribuyó a producir inmediatos cambios de gobiernos en Argentina, Bolivia o Ucrania, por no poner sino los casos más conocidos.

Cuando consideramos este tipo de opciones, la política deja de ser el patrimonio exclusivo de los políticos. Pasa a convertirse entonces en un conjunto de actividades éticas al servicio de la comunidad. Su objetivo: transformar el mundo en que vivimos, como coetáneos de un mismo siglo y miembros de una misma humanidad.

Desde esta perspectiva, me parece enormemente coherente, y muy valiente, que un maestro zen contemporáneo, no sólo pida votar en sus charlas y conferencias, sino que desvele su opción política y pida públicamente unirse a ella. La acción política puede consistir en echar a los mercaderes del templo. Lo cual nunca estuvo reñido con “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

(*) Alfonso Colodrón se licenció en Derecho en Madrid( Universidad Complutense) y en Ciencias Sociales del Trabajo en París (Universidad de la Sorbona). Ha traducido cerca de un centenar de obras, sobretodo de filosofía perenne y psicología transpersonal. Es miembro titular de la Asociación Española de Terapia Gestalt, terapia que ejerce profesionalmente en sesiones individuales y de grupo. Cuando no está escuchando o hablando, cuida flores, planta árboles, alimenta a los pájaros y contempla las nubes.

alfonso@interser.e.telefonica.net

lunes, 25 de febrero de 2008

En Utrera, con un nuevo libro bajo el brazo.

Publicado por Arantxa de Juan en www.uvitelonline.es, el jueves 14 de febrero de 2008.

El maestro Dokushô Villalba regresa a su ciudad natal, Utrera, para presentar su último libro Zen en la plaza del mercado, publicado por la editorial Aguilar. En esta ocasión, el lector se introducirá en la historia y en la práctica de la meditación Zen. El acto de presentación del nuevo libro de Dokushô Villalba tendrá lugar el viernes 7 de marzo a las 20.00 horas en el Centro Cultural Utrerano.

La práctica del Zen está considerada como una poderosa herramienta que pone al ser humano en contacto con su intimidad más profunda y le ayuda a comprenderse y a desenvolverse en un entorno social dominado por la nueva religión del Dios Mercado y la globalización, en palabras del propio Villalba.

Según él mismo nos cuenta, nació, en 1956, en una casa de la calle Don Clemente de la Cuadra, cerca del Ayuntamiento y de la ya desaparecida casa natal de los hermanos Alvárez Quintero, “pero no, esta casa no era noble ni aristocrática. No era uno de esos palacetes cuyas fotos aparecen a veces en Vía Marciala. No era una obra maestra de la arquitectura burguesa andaluza. Era una humilde casa de vecinos de esas en las que vivía la mayoría de la gente humilde del pueblo llano en la época (…) Desde que dejé de vivir en Utrera he vuelto al menos una vez al año. Uno de mis puntos obligados de peregrinación era la casa de vecinos en la que nací.”

Fue discípulo de Taisen Deshimaru Roshi, de quien recibió la ordenación de monje soto zen en 1978 en París y bajo cuya dirección estudió el Zen hasta su fallecimiento, y de Shuyu Narita Roshi, abad del Templo Todenji, en la norteña provincia de Akita, Japón, de quien en 1987 recibió la Transmisión del Dharma, convirtiéndose así en el primer maestro Soto Zen español de la historia.

Después de varios años de práctica-estudio en los principales monasterios japoneses, las autoridades del Soto Zen japonés lo reconocieron como dendokyoshi, o maestro de Dharma.

Actualmente, entre otras muchas facetas, es presidente-fundador de la comunidad budista Soto Zen española; Abad-fundador del Templo zen Luz Serena (Valencia); presidente fundador de la asociación española de Tanatología; miembro del Consejo de Sabios de la Organización de Tradiciones Unidas, con sede en Francia, cuyo presidente de honor es S.S. el Dalai Lama; miembro del Consejo Nacional (España) del Parlamento Mundial de las Religiones, con sede en Chicago, USA.


El Zen no sirve para nada

Entrevista a Dokushô Villalba realizada por Amilibia y publicada en la contraportada de La Razón el 12 de Febrero de 2008.







-Presenta ahora su libro «Zen en la plaza del mercado» (Aguilar). No me diga que también ha subido el kilo de zen...
-No. El zen no tiene precio, viene al mercado para decir que no puede ser medido por el dinero, como todo lo verdaderamente valioso.

-Define el zen como una experiencia o práctica que nos lleva al despertar de la conciencia a través de la meditación...
-Es que estamos dormidos en el sueño del consumo y del crecimiento ilimitado. Y vamos a tener que despertar, porque no es ilimitado.

-Despertar es rechazar la deificación del dinero, el consumismo, la contaminación...El zen dice lo mismo que otras filosofías y religiones.
-Celebro la coincidencia. Pero el zen carece de cuerpo dogmático, es una manera de vivir.

-Escribe: «Esto es Matrix y no nos damos cuenta». ¿Qué quiere decir?
-Que estamos siendo ordeñados como vacas en una granja.

-Me lo temía. ¿Y quién cree que nos estruja las ubres?
-La religión del mercado a través de la publicidad y el marketing: nos crean deseos innecesarios. Yo no estoy en contra del dinero como medio, pero sí contra el dinero como un fin. El mercado lo convierte en dios.

-Todos estamos en la religión del mercado. Usted vende su libro. Yo cobro por esta entrevista. ¿Qué vende el zen?
-Nada. El zen no sirve para nada.

-Vaya, ahora que me estaba animando...
-Sólo cuando no buscamos nada encontramos lo que necesitamos.

-El zen, dice, da las claves para comprender y sanar el malestar existencial en la era de la globalización...
-La clave fundamental: volver a la simplicidad, reducir los deseos.

-El Dalai Lama quiere que sus fieles voten si debe reencarnarse. ¿Estamos ante la democratización de la reencarnación, del Más Allá?
-Ni idea. El budismo tibetano no tiene nada que ver con el budismo zen. Nosotros no trabajamos mucho la reencarnación.

-El zen no promete paraísos ni amenaza con infiernos. ¿Qué promete?
-Nada. Enseña sin miedo ni esperanza. Aquí está el paraíso y el infierno, depende de la actitud de nuestra mente. Paraíso e infierno están separados sólo por el grosor de un cabello.

-¿El zen es la religión de los que no tienen o no quieren religión?
-El zen no trabaja con la hipótesis de Dios, el zen es neutral. Caben todos.

-Hay quien ha visto cierto espíritu zen en ZP...
-Pues no sé. ¿Lo dicen por la calma que manifiesta, por la tolerancia, por su sonrisa? No veo nada zen en la sonrisa del presidente. Ahora se utiliza el zen para cualquier cosa, hay un uso abusivo del zen. Todo es zen. Es chic.

-¿Cómo serían las campañas electorales si los políticos practicaran el zen?
-Hablarían menos y harían más. Predicarían la vuelta a la sobriedad.

-Últimas palabras de Buda: «Finalmente todo perece. No perdáis vuestro tiempo. Dedicad vuestra energía a la búsqueda de la Vía».
-La Vía es la forma de vida que permite vivir feliz en armonía con los seres humanos y la naturaleza. La Vía es el Camino.

-Creo que Gallardón prefiere la Gran Vía...

ZPM, un libro balsámico

Zen en la plaza del mercado’. Dokusho Villalba. Aguilar (18 euros).
Crítica publicada en EL FARO DE LAS LETRAS (El Faro de Murcia) el 22 de Febrero del 2008.
Por Antonio J. Ubero

No crean que este libro es uno más de esos que hoy contienen fórmulas mágicas para vivir mejor. Lo que Villalba propone para un mundo frenético como el que nos alberga lleva siglos practicándose en medio mundo. El zen es una forma de existencia que nació en Oriente y, con el tiempo, adquirió una gran notoriedad en Occidente con la misma rapidez que la despojaban de sentido y la convertían en una especie de etiqueta de estilo para consumo de progres pretenciosos.

Pero el zen ha superado todo tipo de obstáculos y, en esencia, sigue a disposición de quien desée experimentar una forma distinta de afrontar los vaivenes de lo cotidiano. Quizás era necesario acercarlo al ciudadano de hoy en día, mostrándole su utilidad; y nada mejor que hacerlo presentándolo como ese bálsamo para curar las heridas de un mundo deshumanizado y cautivo del mercado.

Ese es el empeño del maestro Dokusho Villalba, una de las primeras autoridades del budismo en España, en este sorprendente libro que, además de mostrar el significado y el origen del budismo y del zen, explicar cómo se practica y algunos de sus secretos, demuestra que es una vía apropiada para combatir el virus de la globalización salvaje. Y para ello, nada mejor que realizar un recorrido por ese mundo a punto de estallar con la sana intención de informar al lector de la realidad que le rodea, además de realizar una lúcida reflexión sobre las amenazas que se ciernen sobre la Humanidad.

Resulta especialmente apasionante conocer la concepción budista de la existencia y comprobar la libertad con que aborda las cuestiones básicas del comportamiento humano. No trata de convencer a nadie, pero Villalba muestra sus propuestas con unas brillantez y claridad tan didácticas que es díficil abstraerse de los beneficios que el zen puede aportar a los espíritus afectados por ese virus, antes de que sean engullidos por la resignación y caigan en el temible darwinismo mercantil.

viernes, 22 de febrero de 2008

El sosiego es gratuito

«El sosiego es gratuito, pero no nos educan para él»
Entrevista a Dokushô Villalba publicada por el Diario Montañés de Santander, el 7 de Octubre de 2006.

El movimiento de meditación zen va en aumento en toda España, donde 10.000 personas han realizado un retiro espiritual de este tipo en los últimos 17 años, según el maestro budista Francisco Dokusho Villalba, que estuvo en Santander este fin de semana para dirigir un retiro introductorio a esta práctica, que tiene más de 2.000 años de antigüedad.

-¿En Occidente somos muy ignorantes respecto a lo que supone lo zen? ¿Ve usted muchas ideas erróneas al respecto?

-Sí. Se tiende a ver el zen como algo exótico y lejano, algo que no tiene nada que ver con nuestra vida. Lo vemos como atrasado en el tiempo. Los más ignorantes tienden a pensar en una secta el zen, en realidad, es una actitud ante la vida muy antigua, pero totalmente actual, con la que se busca la calma mental.

-A mí me sugiere lentitud, relajo, silencio

-Es todo eso, planteado como una postura ante la vida. El zen es una forma de poner orden en nuestra mente. Todos los instantes pueden ser zen si sabemos interiorizar el proceso y ver todo lo externo de otra manera. La interiorización es importante, porque el zen no depende de las circunstancias exteriores a nosotros. Habitualmente, nuestra mente está como una olla llena de grillos, por los estímulos de fuera. Los retiros enseñan a dominar todo esto.

-Eso parece dificilísimo

-Fácil o difícil no es la cuestión. Lo que hay que ver es si la actitud es verdadera o falsa. A veces hay que hacer cosas imprescindibles, aunque sean difíciles. El zen requiere dedicación y esfuerzo, no surge de forma gratuita. Debe practicarse.

-¿Cómo se llega a esa calma mental?

-La gente suele llegar al zen por medio de alguna lectura, por un amigo, por un familiar Para empezar es importante dedicar un tiempo a la meditación, con un instructor, con el que se aprenden las claves básicas, por medio de las cuales los practicantes se hacen más conscientes de sus procesos mentales. El zen da respuesta al principio socrático de que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.

-¿El interés de Occidente por el zen se puede atribuir a una reacción contra la rapidez y la confusión?

-Se puede ver así. La gente no se da cuenta, pero la calma y el sosiego son gratuitos. No hay que pagar por ellos, sobre todo a nivel mental. En general, se lleva una vida agitada que conlleva una mente agitada, y viceversa. Por eso es muy importante la educación de los deseos. Deseamos mucho, y muy desordenadamente, alentados por la sociedad de consumo, que nos convierte en meros consumidores de objetos, lo cual no trae precisamente la felicidad, en la mayoría de los casos.

martes, 19 de febrero de 2008

Sentarse y sentirse

"Sentarse y sentirse", el consejo zen de Dokushô Villalba para combatir el consumismo.
Entrevista realizada y difundida por la Agencia EFE.

EFE - sábado, 9 de febrero, 12.23

Madrid, 9 feb (EFE).- El maestro zen Dokushô Villalba propone a cada persona "sentarse y sentirse" para ponerse en contacto con la sabiduría de cada uno y con el sentido común, que nos advierte lo tremendamente injusta e insostenible que es la sociedad actual, basada en el culto a la productividad y al consumismo desenfrenado.

Así lo ha manifestado a Efe el monje y maestro Dokushô, que acaba de publicar el libro "Zen en la plaza del mercado", con el que pretende acercar las enseñanzas budistas al gran público para ayudar, "sin recetas mágicas", a encontrar una vida individual y colectiva mejor.

"Nuestra prosperidad está edificada sobre la miseria de tres cuartas partes de la humanidad", señala el maestro, que para cambiar este modelo propone empezar por cada individuo.

La esencia del budismo zen es la práctica de la meditación llamada zazen, un "recogimiento o absorción interior" que se practica sentado en la postura del loto, donde hay que tratar de "pensar sin pensar", tomando conciencia de uno mismo y analizando cuestiones como "¿quién soy yo?, ¿qué estoy sintiendo?, ¿qué necesito?, o ¿qué quiero?".

El Zen, término japonés que designa a una de las escuelas budistas, "está más allá de las categorías" dice el monje, quien explica que no es una religión al uso, ni una ideología ni un sistema filosófico, sino una tradición espiritual milenaria que trasmite un conocimiento y un método para alcanzar el "despertar".

Esta es la "experiencia cumbre", comparada a menudo con la subida a la cima de una montaña, desde donde se consigue una visión amplia.

Pero después hay que bajar al valle, a la plaza del mercado, añade Dokushô, mezclándose con la gente e integrándose en la vida cotidiana, marcada hoy en día por el rito de una producción y un consumo alimentados por el "deseo" de la gente.

La sociedad actual se basa en el culto al dinero y al mercado, que se ha convertido en una "nueva religión", donde los economistas son sus teólogos, los publicistas y medios de comunicación sus mejores predicadores, y la mayor parte de los políticos sus relaciones públicas, señala Dokushô.

El monje reconoce que el ser humano tiene unas necesidades materiales básicas, pero también otras emocionales, psicológicas, cognitivas y espirituales, a las que la "religión del mercado" no presta atención, reduciendo el anhelo de felicidad del hombre solo a una satisfacción ilusoria de bienes de consumo.

Dokushô advierte que la sociedad occidental, "la que más consume, la que más contamina y la que desde hace siglos expolia a las demás regiones", está precipitando a la humanidad "hacia el abismo", y no descarta que en los próximos años la economía se desacelere de una forma estructural, no coyuntural, y se produzcan guerras, escasez de recursos y conflictos políticos y sociales a escala global.

También lamenta que a veces "somos un poco burros y solo aprendemos con los grandes palos", y es necesario que sucedan catástrofes para que surja una fuerza moral que ayude a transformar la sociedad, como ocurrió con la creación de la Unión Europea tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

"Ojalá se produzcan los cambios sin muertes ni desgracias, simplemente abriendo conciencias y encendiendo corazones", concluye el maestro.